La historia de la realidad virtual (VR) se remonta mucho antes de los cascos modernos que hoy conocemos. Sus orígenes se encuentran en las décadas de 1950 y 1960, cuando científicos y visionarios comenzaron a experimentar con tecnologías que pudieran simular entornos artificiales. Uno de los primeros hitos fue el Sensorama (1962), una máquina creada por Morton Heilig que ofrecía experiencias multisensoriales a través de imágenes, sonido, vibración e incluso olor.
En 1968, el científico Ivan Sutherland y su alumno Bob Sproull desarrollaron el primer visor de realidad virtual conectado a un ordenador: el Sword of Damocles, una estructura rudimentaria suspendida del techo que proyectaba gráficos en 3D. Aunque muy limitado, sentó las bases de la VR moderna.
Durante las décadas de 1980 y 1990, empresas como Atari, VPL Research y Nintendo (con su fallido Virtual Boy) intentaron llevar la VR al mercado de consumo, pero las limitaciones tecnológicas y los altos costos impidieron su adopción masiva. Fue recién en la década de 2010 cuando la VR renació con fuerza, gracias al avance del hardware y al desarrollo del Oculus Rift (2012), creado por Palmer Luckey. Este dispositivo captó la atención global y dio inicio a una nueva era, con gigantes como Facebook (Meta), HTC, Sony y Valve desarrollando sus propias plataformas.